👋✨Alba Mato · Nueva Colaboradora · De dentro hacia fuera
Alba Mato, especialista en educación emocional
Seguimos incorporando a más profesionales que nos pueden dar matices distintos en campos, como el de la educación emocional, tan amplios. Alba nos conquistó con este primer artículo, dándonos una perspectiva diferente: llevemos la educación emocional a las madres y padres para que la integren en su conducta y esa será la mejor forma de llegar a lxs más pequeñxs. Os dejamos con su presentación.
Mi nombre es Alba Mato y estoy encantada de poder colaborar en este espacio educativo con The Mamas & The Papas. Me iréis conociendo poco a poco en cada post que escriba, ya que os hablaré de mi propia experiencia, pues entiendo la educación como un proceso de reeducación constante, que va de dentro hacia fuera. Pero, para que podáis haceros una idea de quién está detrás de estas líneas, os diría que soy una trotamundos en tránsito constante, enamorada de la vida, la infancia, la naturaleza, la mente humana, el mar y los atardeceres. Me encanta el arte en cualquiera de sus formas y me encanta escribir desde que me enseñaron a hacerlo, prueba de ello es la gigante maleta de diarios que me acompaña en cada mudanza que hago.
He trabajado con la infancia en diferentes escenarios y soy maestra en la escuela pública desde el año 2015, donde he desarrollado y coordinado varios proyectos de innovación educativa.
Actualmente he decidido apostar por la importancia de la educación emocional desarrollando el proyecto de “Emoción en el aula”. Porque, si de algo estoy segura, es de que la educación que cambia el mundo es la que utiliza la emoción para mejorar vidas, porque lo he experimentado en primera persona gracias a mi gran maestra: la infancia.
Recordad que si queréis que otros padres os deban un favor, compartid con ellos The Mamas & The Papas. Seguro que como mínimo os van a invitar a unas cañas.
De dentro hacia fuera
Todos hemos sido niños alguna vez, pero muy pocos lo recuerdan, dice el libro de “El Principito”. Y ahí es donde todo reside, donde todo ocurre, donde todo nos marca para toda una vida, sin tan siquiera ser conscientes de ello. Hay estudios que demuestran que, desde los 7 años de edad, nos dedicamos a repetir los patrones que hemos aprendido en nuestra infancia, una etapa donde somos tremendamente vulnerables y absorbentes. Repetimos dichos patrones, arraigados de manera profunda, una y otra vez, pensando que es lo mejor para nuestra infancia y adolescencia. Poner consciencia en ello para saber con cuáles nos quedamos y cuáles debemos cuestionarnos no es tarea fácil, pero sí es necesaria.
Para mí, esta fue - y sigue siendo, sospecho que hasta el final - la parte más difícil de todas, cuestionar nuestra propia educación, dando las gracias por ella, sabiendo que las personas implicadas en ella hicieron lo que pudieron con las herramientas que tuvieron y que ahora, es nuestro turno.
En 2022, la temática propuesta por la UNESCO fue: “la transformación de la educación comienza con las y los docentes”. Cuando lo leí, me impactó y, como dice Mario Alonso Puig: “cuando el corazón es tocado con impacto, el cerebro cambia”. No puedo estar más de acuerdo con esta propuesta y, en mi humilde opinión, es aplicable a todo el mundo adulto. Todas las personas educamos, todas las personas tenemos un papel fundamental en el ámbito de la educación. Esto implica tirar paredes y tabiques abajo, guardar en cajas aquellas cosas que seguirán conmigo, quizá colocadas en otra casa, que costará mucho más construir que la que ya estaba construida pero en la que, entrará más luz porque estará mejor orientada, será más fuerte, porque los cimientos estarán bien construidos, estará abierta al cambio y a la mejora, será compasiva con cada vaso que se rompa, que seguro no serán pocos, porque VIVIR también va de esto.
Llegados a este punto, creo que sería bueno plantear una reflexión. Es más, os animo a que cojáis una libreta pequeña de la que podáis echar mano cuando queráis reflexionar o apuntar algo importante. También nos puede servir el bloc de notas del teléfono móvil. Mi propuesta es que empecemos por escribir cuáles son nuestras creencias educativas limitantes, es decir, aquellas creencias que hemos normalizado pero que, de alguna forma, nos limitan en lo que hacemos.
Porque visibilizarlas es el paso previo a poder transformarlas. ¿Y cómo lo hacemos?
Comencemos por observar cómo tratamos a nuestra infancia y adolescencia en el día a día, en situaciones cotidianas, en las redes sociales… recordando también cómo se nos trató, pensando sobre ello con sinceridad y sin juicios, teniendo en cuenta que las cosas no son blancas o negras y que todas ellas tienen matices. De una manera muy inconsciente, fue lo primero que hice yo: empezar a identificar aquellas cosas que me chirriaban, aquellas que producían en mí algún tipo de disonancia entre lo que pensaba y lo que hacía. Recuerdo la gran carga de deberes de mis primeros años como profe, repetir patrones que había normalizado y asimilado como válidos a la hora de educar a mi alumnado, callarme en sesiones de evaluación en las que no estaba de acuerdo con lo que se decía ni en cómo se decía, recuerdo actuar acorde a lo que se esperaba de mí yendo en contra de lo que realmente yo soy. Aún sigo en el proceso de encontrar el equilibrio entre lo que soy, lo que digo y lo que hago. Supongo que todas las personas lo estamos. Personalmente, me ayuda mucho pensar en qué persona adulta hubiera necesitado tener cerca cuando era una niña y describirla con la mayor cantidad de detalle posible, para poder parecerme cada vez más a ella. Creo fuertemente que querer mejorar es, en el momento en el que vivimos, la mayor revolución.
Soy consciente de que todo lo que os he expuesto anteriormente conlleva un acto de valentía, de autocrítica (spoiler: hablaremos de ello) y de humildad, pero es la manera en la que he comprobado, en carne propia y viéndolo a través de otras personas, que cuando tú cambias, todo cambia. Que cuando introduces cambios en ti, mueves un engranaje. Y que a su vez, un engranaje mueve un sistema entero. Gracias por vuestra valentía. Gracias por ser ese engranaje. Gracias. ¡Seguimos!